
Ayer como cualquier otro lunes a eso de las 8 p.m. me dirigía a mi casa, cansada del inicio de semana y con ganas de llegar a dormir. Iba en el bus, el cual empezó a disminuir la velocidad, de fondo el sonido de sirenas empezaban a zumbar en los oídos de los pasajeros. La espectativa empezó a incrementar entre todos al ver pasar, no una ni dos sino tres ambulancias y un grupo de patrullas, a toda velocidad al lado del bus. El bus llegó a un punto que tuvo de detenerse por la presa que se había generado, a mi lado pude observar como una ambulancia se detenía y se empezaban a montar varios policías heridos. Al ver tal escena empecé a tener un poco de miedo al igual que los otros pasajeros, los murmullos abundaban especulando del evento que sucedía a un par de kilómetros de donde estábamos. El bus tuvo que tomar una ruta alterna, un camino de piedra y sin luz donde desfilaban decenas de carros como intrusos de la noche, al llegar al barrio más cercano diez policías contaban exaltados sus historias, y uno que ni podía leerles los labios para saber de que se trataba el asunto. Al fin llegue a mi casa y encendí el televisor esperando alguna cobertura de los medios, pero no nada, las novelas no se pueden interrumpir por cualquier cosa...
Pues sucede que esos campamentos, eran precaristas que exigían un hogar digno para sus familias y ayer los policías se dieron a la tarea de desalojarlos, pero en el intento fueron lastimados con piedras de gran tamaño (que quedaron tiradas hoy a los lados de la carretera). Yo fielmente creo en los derechos humanos y en la igualdad para todos, incluyendo un techo digno, pero no apoyo la violencia. Aunque la manera en que viven estas personas es poco digna no me parece que tengan que recurrir a quemar cosas, bloquear carreteras o lastimar a otros, que tan en serio pueden tomar a unas personas que para pedir una vivienda recurran a herir a otros seres humanos. En una guerra de dime y te diré los habitantes tiran la piedra y el INVU y el BANHVI esconden la mano. *Foto nación.com
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