
Es egoísta desear que este aquí, prolongar su dolor después de un mes dispuesto a una cama, olvidando su vida y su libertad, añorando sentir el fresco aire recorriendo su cara; pero es imposible no desear más tiempo, más sonrisas, otro abrazo y un ultimo te quiero.
Extraño las lecciones de manejo, el helado de los domingos, las películas en las noches, la complicidad y el apoyo, los chistes, las charlas y los ronquidos, el abrazo de buenas noches, y escucharlo salir en las mañanas. Extraño todo de él y no hay palabras de consuelo que me quiten eso, porque no puedo olvidar al mejor padre que ha existido, porque no puedo olvidar a mi mejor amigo, su ausencia cala fondo en casa , en no escuchar sus pasos y su risa y no verlo sentado en su silla.
Se fue y dejó un legado de amor, de esperanza y de amistad, de humildad al aceptar las pruebas que Dios nos envía y sobre todo de fortaleza. Seguiré viendo espejismos en el armario, a saberme perdida, a perderlo y perder la razón.
La luz aparece en mi horizonte al saber que nos encontraremos de nuevo, que tu alma descansa en paz y que pudimos despedirnos de ti, recordándote cuanto te amamos. Tu ausencia pesa en nuestro hogar pero la esperanza abunda en nuestros corazones.
Te amare por siempre y vivirás en mi corazón hasta que nos volvamos a ver.
Rogelio Soto Sanabria 13 de enero de 1946 - 04 de mayo de 2009.